La base política de Roma fue militar y tuvo como principal objetivo la expansión, ya sea por razones económicas o estratégicas. La unificación de la península Itálica bajo el dominio de Roma fue una tarea difícil que comenzó al inicio de la República. Las guerras contra los vecinos etruscos, los celtas, los samnitas y los sabinos marcaron los primeros años de esta tarea.
Posteriormente, los romanos conquistaron las colonias griegas meridionales -la Magna Grecia- con lo cual Roma tuvo bajo su poder todos los territorios situados al sur del río Po (275 a.C.). Después de completar el dominio de toda Italia en el 264 a.C., se organizó el territorio en una federación de estados logrando la unificación política de la península.
La estrategia expansionista apuntó después a las otras dos grandes potencias mediterráneas de la época: Cartago y Macedonia.

HISPANIA Y GALIA


La posesión de Hispania y la Galia fue muy codiciada por los romanos. La península Ibérica era un territorio muy atractivo por sus ricos cultivos de trigo y vid, así como por la existencia de grandes reservas minerales, especialmente de plata, hierro y mercurio.

La Galia era rica en minas de hierro y, además, su control representaba para Roma poder dominar el empuje de las tribus germánicas y facilitó la efímera conquista de Britania.

El general Julio César comenzó la conquista de la península Ibérica (210-45 a.C.) pero el dominio definitivo lo impuso Augusto en las guerras cántabras (19 a.C.). Julio César también llevó a cabo la conquista de las Galias (58-51 a. C.).

LA EXPANSIÓN HACIA ORIENTE

Después de dominar el Mediterráneo occidental, Roma se embarcó en la conquista de Oriente. En el año 200 a.C. comenzó la intervención de Roma en Grecia para frenar la expansión de Filipo V de Macedonia. El rey fue derrotado en el 196 a.C. y la rica tradición helenística impregnó todos los ámbitos culturales.

Roma inició luego la guerra contra Antioco III, que reinaba en Asia Menor (región occidental de la actual Turquía). Tras la batalla de Magnesia (190 a.C.), Antioco tuvo que aceptar la soberanía romana.

Y en el año 30 a.C., Octavio sometió a Egipto, que ya anteriormente se había convertido en un estado vasallo. Así Roma dominó todo el Mediterráneo, desde Hispania hasta Siria.



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