El informe Amazonia saqueada revela devastación por presencia de minería ilegal en seis países amazónicos: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.


Desde que en 2008 la crisis económica hizo del oro un bien seguro, en Madre de Dios la deforestación se ha disparado: desde entonces se destruyen 6.000 hectáreas de Amazonia cada año, tres veces más que en el pasado. Y hoy, en esta región, que es la cuna de la mayor biodiversidad de la Amazonia peruana, grandes zonas verdes se han convertido en llanuras áridas y amarillentas, semejantes a cráteres lunares. Un estudio de la ONG estadounidense Verité calcula que las minas ilegales peruanas ganan 3.000 millones de dólares al año. La mitad de los 100.000 habitantes de Madre de Dios son inmigrantes de otras partes del país que acudieron a tamizar tierras y ríos para luego filtrar el polvo brillante con dosis masivas de mercurio: según el consorcio de universidades peruanas Carnegie Amazon Mercury Project, cada año se vierten en los cursos de agua de la región entre 30 y 40 toneladas de mercurio, y la población tiene en el cuerpo cantidades de este metal 34 veces superiores al umbral de alarma. Una catástrofe medioambiental y sanitaria que devenga a los mineros de 30 a 75 dólares al día a costa de terribles condiciones higiénicas, malos tratos de los jefes y guerras entre bandas rivales; en junio, cerca de Huepetuhe, una fosa regurgitó 20 cadáveres.

Los que dictan la ley en esta tierra de nadie, según Verité, son la mafia local y los carteles colombianos, con intrusiones también de la 'Ndrangheta calabresa. El oro ilícito se limpia con certificados falsos emitidos por intermediarios esparcidos por las tiendas de compro oro que se encuentran por todos los rincones, desde la capital, Puerto Maldonado, hasta los lugares más recónditos de la selva. A través de Bolivia y Brasil, el metal precioso llega a las refinerías de Suiza, Estados Unidos, Canadá y Europa. La mitad de las 120 empresas de exportación del país han sido investigadas, pero no ha cambiado nada, ni siquiera después de las incursiones a lo grande de las fuerzas del orden: “Es puro teatro. Aquí domina la corrupción”, asegura una fuente del grupo ecologista SPDA, que prefiere mantener el anonimato tras haber sufrido una emboscada. Añade que las leyes son ambiguas, y que ya ni se cuentan las confabulaciones de la política y la justicia; incluso un exministro fue detenido por exportación de oro sucio.

La guerra contra los enemigos de Madre de Dios es muy dura, pero un grupo de hombres inflexibles como Víctor Zambrano están decididos a ganar. La Pampa, área tristemente célebre de la carretera interoceánica entre Puerto Maldonado y Cuzco, es la zona de acción de Óscar Guadalupe. Pequeño y ágil a sus 50 años, lucha con su asociación Huarayo contra uno de los más sórdidos efectos secundarios de las minas: la prostitución infantil en los 400 locales de alterne que salpican los barrios de chabolas donde los mineros pasan su tiempo libre. “Atraen a las niñas de los pueblos andinos más pobres con la promesa de un trabajo de camareras”, cuenta Guadalupe, que ha salvado a miles de niñas prostitutas, incluso de 11 años, de estos tugurios de madera y chapa. Ya no cuenta las amenazas que recibe, “pero la gente honrada está de nuestro lado: nos informa de los peligros, de los movimientos de los mineros. Y mientras tanto, el negocio del oro no se detiene; siguen llegando nuevos buscadores. Y la policía se mantiene a distancia de la Pampa”.

Delta 1 es un barrio miserable surgido en 2000 junto al río Pukiri y que aún hoy carece de agua corriente y alcantarillado, bien escondido en la selva entre Boca Colorado y Huepetuhe. Hacia el mediodía, jovencitas con camiseta y falda corta aparecen y desaparecen por los repugnantes callejones junto a los burdeles Venus y Boa Negra. Una tienda de Compro oro destaca en algo parecido a una plaza. En los barracones con funciones de bar, los mineros libres ven películas de Bruce Lee entre perros callejeros y basura rancia. Para llegar a Delta 1, hay que vadear el río, marrón por los vertidos de las minas, y enfrentarse a miradas cargadas de hostilidad. Aquí, hace poco, ataron y redujeron a cenizas a tres hombres por robar oro.

Las minas se insinúan como una metástasis también a lo largo del lecho del gran río Madre de Dios, hogar de las comunidades indígenas. 



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